A estas alturas, los microplásticos ya no son una sorpresa. Estas pequeñas partículas de menos de cinco milímetros, derivadas del desgaste de plásticos mayores o fabricadas directamente a esa escala, se han infiltrado en todos los rincones del planeta. Están presentes en ríos, océanos, suelos, alimentos, en el aire e incluso en el cuerpo humano. Investigaciones recientes han detectado su presencia en órganos vitales, en la placenta y en la sangre.
Aunque los efectos de esta exposición aún no están completamente determinados, la comunidad científica considera urgente comprender sus riesgos y fuentes de entrada. Y en ese esfuerzo, un nuevo estudio realizado por la Agencia Francesa de Seguridad Alimentaria, Medioambiental y Laboral (ANSES), en conjunto con universidades francesas, pone el foco en un sospechoso poco habitual: el vidrio.
¿Vidrio más seguro? No necesariamente
El estudio analizó 113 muestras de bebidas vendidas en Francia, incluyendo agua, colas, té helado, limonadas, cervezas y vinos, contenidas en distintos tipos de envases: plástico, vidrio, lata, cartón y cubitainer. El objetivo era evaluar cuánto influye el envase en la contaminación por microplásticos.
Los resultados sorprendieron en prácticamente todas las categorías (excepto el vino), las botellas de vidrio presentaron la mayor concentración de microplásticos por litros (MPs/L), superando incluso por 50 veces a sus equivalentes en envases plásticos.
En el caso del vino, la contaminación fue significativamente menor, en parte porque la mayoría de las botellas utilizan corcho, lo que evita el contacto con tapas metálicas.
El verdadero culpable
El equipo de investigación descubrió que gran parte de los microplásticos presentes en las botellas de vidrio eran idénticos en color y composición a la pintura externa de las tapas metálicas. Incluso tras limpiar las botellas antes de rellenarlas con agua filtrada, el simple proceso de tapado liberó partículas plásticas dentro del líquido.
Se realizaron pruebas con tapas nuevas en tres condiciones: sin limpieza, se detectaron 287 microplásticos por litro; al soplarlas con aire, la cantidad bajó a 105 MPs/L; y tras soplarlas y enjuagarlas con agua y etanol, se redujo aún más a 86 MPs/L.
Estas cifras demuestran que una simple limpieza previa de las tapas puede reducir drásticamente la contaminación, aunque no eliminarla por completo.
¿Y ahora qué?
Aunque aún no existe evidencia definitiva sobre los efectos directos de esta exposición en la salud humana, el estudio sugiere que la vía de ingestión de microplásticos está mucho más presente en nuestra vida diaria de lo que creemos.
El estudio de ANSES no solo confirma que la elección del envase sí importa, sino que también advierte que no basta con considerar el material base. Factores como el tipo de tapa, el proceso de llenado y las condiciones de almacenamiento juegan (y seguirán jugando) un papel crucial en la presencia de microplásticos en nuestra vida cotidiana.