A solo un par de días de iniciar las Fiestas Patrias, una reciente encuesta, impulsada por Cadem y la Asociación Pro Consumo Responsable de Bebidas Espirituosas (Aprocor), expresa una estadística alarmante: El 38 % de los chilenos todavía piensa que “curado manejo mejor”. Esta frase refleja una normalización del consumo de alcohol vinculada con la conducción, que genera profundas preocupaciones sociales y de seguridad vial.
Otro punto que refuerza la gravedad del panorama es que un 58 % de los participantes justifica conducir después de beber con frases como “nunca me ha pasado nada”. Esta respuesta refleja un sesgo de exceso de confianza muy extendido: las personas tienden a evaluar el riesgo en función de su experiencia pasada y no de la probabilidad real de sufrir un accidente. Así, la ausencia de incidentes previos se transforma en una “prueba” subjetiva de que la conducta es segura, lo que perpetúa el hábito de conducir bajo los efectos del alcohol.
Además, un 47 % considera aceptable manejar si el trayecto es corto, lo que demuestra que muchas personas subestiman el riesgo en distancias menores. Sin embargo, los datos de accidentes de tránsito muestran que la mayoría de los siniestros se producen en radios urbanos y en recorridos de pocos kilómetros, precisamente porque la confianza aumenta y las medidas de autoprotección disminuyen. No importa si el trayecto es de dos cuadras o de veinte kilómetros: el efecto del alcohol en el organismo sigue siendo el mismo.
📸 Hoy presentamos la Radiografía al consumo de bebidas con alcohol en Fiestas Patrias 2025 pic.twitter.com/5zfjkijll4
— Aprocor Chile (@aprocorcl) September 4, 2025
Pero la frase «curado manejo mejor» no surge de la nada. Expertos señalan que existe una mezcla de costumbre, falta de educación vial y baja percepción de peligro que mantiene viva esta actitud. Para muchos, la única consecuencia temida es un control policial o una multa, no la posibilidad de provocar un accidente grave.
Finalmente, el estudio señala que un 73 % de los encuestados cree que los chilenos no sienten miedo al subirse a un auto manejado por alguien que ha bebido. Esto es particularmente relevante porque sugiere que no existe un freno social suficiente para disuadir esta conducta. En otras palabras, no solo los conductores se sienten cómodos conduciendo después de beber, sino que los pasajeros aceptan el riesgo y lo normalizan, lo que refuerza el ciclo de permisividad.